Mi día con los colonos de Cisjordania que están destruyendo el sueño sionista - Chuck Freilich
Mi día con los colonos de Cisjordania que están destruyendo el sueño sionista.
Chuck Freilich
10 de octubre de 2019
Hace poco regresé de una
visita a una realidad diferente. Formé parte de un grupo de ex altos funcionarios
de defensa que realizó una serie de reuniones en Cisjordania con jefes de los
consejos regionales y del movimiento de colonos, rabinos y políticos.
Me encontré
con personas buenas y afectuosas, con valores fuertes, que luchan con los
mismos problemas complejos de seguridad, demografía, democracia y unidad
nacional con los que se enfrenta todo israelí. El único problema fue que están
viviendo en la negación; en un mundo paralelo a la realidad.
Todos tuvieron
un trato educado e intentaron sonreír, como corresponde a las personas de buena
voluntad, incluso si son de campos ideológicos rivales. El trato también se
mantuvo amable cuando los ánimos se calentaron. Pero finalmente se hace casi
imposible unir dos percepciones de la realidad totalmente opuestas; una de las
partes está viviendo en una realidad falsa. Además, ambos lados perciben el
resultado final como un juego de suma cero. Todo se resume a ver quién cuenta
con la realidad correcta.
Hubo
acuerdo entre nosotros en que el renacimiento, la supervivencia y la prosperidad
de Israel son nuestros valores compartidos, incluso si lo hubiéramos fraseado
de manera diferente a “vivir en un período de redención nacional” y el “retorno
del pueblo de Israel a Sión”. Nosotros hablamos en términos de creencia
sionista, ellos en términos de creencia religiosa.
Nuestra
visita comenzó en Kfar Etzion, en uno de los bloques de asentamientos que
incluso los palestinos reconocen seguirá siendo parte de Israel en un acuerdo
final.
Nuestros
anfitriones hablaron con orgullo de una institución local para enfermos
mentales y de su tirolesa, una de las más largas de Israel. Inmediatamente
entendimos que son personas que se preocupan por su comunidad, incluidos los
menos afortunados, y que en realidad es muy divertido vivir en los
asentamientos. Puedes atravesar el wadi
(cauce de río) en la tirolesa; pronto, tal vez, abrirán una pista de esquí al “estilo
bíblico”.
De
mayor preocupación fue la afirmación de los colonos de que el terrorismo
comenzó después de “Oslo”, un epíteto vil para ellos. Decidimos no ser mezquinos;
nos abstuvimos de mencionar que la primera intifada
y muchos ataques terroristas atroces ocurrieron mucho antes de los Acuerdos de
Oslo de 1993.
En la
realidad de los colonos, el actual gobierno militar de la región no implica
realmente un profundo problema moral.
Creen
que viven en una verdadera convivencia con los palestinos. Ofrecen pruebas: los
palestinos empleados en la zona industrial de Barkan (donde recientemente se
perpetró un horrible ataque terrorista), o las conversaciones que algunos
palestinos desesperados han mantenido con los colonos, su odiado adversario,
sobre posibles soluciones.
Para
los colonos, los palestinos, por supuesto, solo están interesados en llegar a
fin de mes, tener un empleo y mejorar su nivel de vida, que es exactamente lo
que está sucediendo en la práctica.
Los
colonos no los ven como personas que han vivido en circunstancias imposibles
durante 50 años, que sonríen falsamente a sus empleadores israelíes (alguna vez
conocidos como effendis) y que
todavía están curando sus heridas de la segunda intifada. Un pueblo que se levantará contra nosotros, tarde o
temprano, como lo han hecho en el pasado.
Aparentemente,
nuestros interlocutores nunca oyeron hablar de la Asociación de Aldeas Palestinas
de la década de 1970, un intento bendecido por Israel para eludir a la OLP.
Tampoco escucharon de otros varios intentos para desviar la atención de las
aspiraciones nacionales de “aquellos conocidos como palestinos”.
Intentamos
llegar a un acuerdo sobre algunos hechos básicos. Al día de hoy, reiteramos, no
en un futuro distante e insondable, el 40% de las poblaciones combinadas de
Israel y Cisjordania no es judía. Si no hubiera sido por la desconexión de Gaza
(la “expulsión” o el “destierro” para ellos, el “comienzo de la redención” para
mí), ya habría una mayoría no judía.
Nuestros
interlocutores expresaron sus dudas sobre la fiabilidad de nuestros datos, que
derivan de la Oficina Central de Estadísticas de Israel, el respetado e
imparcial organismo profesional del Estado. Bien, dijimos, entrando en el modo
de negociación, supongamos que “solo” 35%, o incluso el 30%, no son judíos, ¿sería
un Estado judío? ¿Cómo evitamos que Israel se convierta en un estado
binacional, un horror que se desarrolla ante nuestros propios ojos, y
garantizamos su futuro como Estado democrático, con una sólida mayoría judía,
para las generaciones futuras? En la realidad de los colonos, no hay una
respuesta acordada a estas preguntas, aunque son conscientes del problema.
"Tendremos que ver qué sucede", no todo en la vida se puede resolver.
Una de
las personas que conocimos nos contó cómo él y su esposa están criando a sus
cuatro nietos, después de que sus padres fueron asesinados en un ataque
terrorista. Fue como si el oxígeno se saliera de la habitación, la vida se
detuvo y nuestros corazones se detuvieron, hasta que agregó que, desde su punto
de vista, las cosas nunca habían sido mejores y las tendencias eran positivas.
En verdad, una percepción diferente de la realidad.
Algunos
de nuestros interlocutores, por un profundo compromiso con el principio de equidad,
están a favor de otorgarles a los palestinos derechos plenos, tras un futuro
acuerdo de paz. Pero ese principio de equidad se lograría solo después de un
período indefinido en el que absorban los valores de la democracia,
presumiblemente otorgados por nosotros. Claramente disfrutaron de lo que
percibieron como una paradoja, por lo que aparentemente resultaron ser más
liberales que nosotros, los “izquierdistas”, debido a su apoyo a la convivencia
con los palestinos, en oposición a nuestro llamado a la separación.
Pero
una mayoría se opuso firmemente a otorgar tales derechos y expresó su apoyo a
una continuación a largo plazo del status
quo de la ocupación, en efecto para hacerla permanente.
En la
práctica, no hay status quo. El
número de colonos ha aumentado de manera constante, como destacaron con
orgullo, y algunos de los consejos regionales en Cisjordania tienen tasas de
crecimiento entre las más altas de Israel. La experiencia catastrófica de los
estados binacionales, como Siria e Irak o Irlanda, no parece haber penetrado en
sus niveles de negación.
Nuestros
interlocutores etiquetaron repetidamente a nuestro grupo, miembros de Comandantes por la Seguridad de Israel, con el
categórico epíteto / insulto: “izquierdistas”. No es del todo exacto, pero me
han insultado peor.
Lo que
no fue aceptable fue la falsa afirmación de que no habíamos aprendido las
lecciones de la desconexión de Gaza y estábamos dispuestos a arriesgarnos a
exponer todo el centro de Israel a cohetes similares y otras amenazas.
No, insistimos,
pero fue en vano. No abogamos por la retirada militar unilateral de
Cisjordania, sino por el fin de las acciones por parte de Israel que conducen
inexorablemente a un Estado binacional y evitan cualquier posibilidad de
separación futura. Es decir, poner fin colonización fuera de los “bloques” de
asentamientos primarios. ¿Dos Estados? Tal vez en el futuro, siempre y cuando
surjan las condiciones necesarias, incluidas las de seguridad.
Con todos
los que nos reunimos estaban atrapados en una actividad febril, íntimamente
familiarizados con todos los detalles de la topografía local y con una
capacidad envidiable para extraer datos, de memoria, sobre tierras estatales,
agrícolas y privadas, nuevas tuberías, edificios e infraestructura en
construcción, lo que solía ser conocido como “un dunam aquí y un dunam
allá”. En un área bastante árida, ven tantos árboles que no pueden ver el
bosque, ni siquiera de cerca.
Lo más
desconcertante fue esta incapacidad para enfrentar la realidad y lo que nos
depara el futuro. Nuestros interlocutores enfatizaron correctamente las
limitaciones inherentes a las predicciones de tendencias futuras y el hecho de
que suceden cosas inesperadas, pero buenas, por ejemplo, la aliyah (inmigración) de la antigua Unión
Soviética.
De
hecho, uno de los voceros más prominentes expresó su creencia de que aliyah sería la solución, como si las
principales comunidades de la diáspora estuvieran golpeando ruidosamente
nuestras puertas para que les permitamos el ingreso; o los colonos y la derecha
no hubieran alejado a una porción significativa de los judíos de Estados Unidos,
la única gran comunidad que queda en la diáspora. No se mencionó, quizás por
una buena razón, al presidente-salvador Trump.
El
mensaje tácito que nuestros interlocutores intentaron transmitir fue que la
realidad que han creado es irreversible. No estoy convencido.
Mi corazón
sangra por las grandes sumas de dinero, el sudor y el fervor ideológico
desperdiciado en el proyecto de colonización de Cisjordania. Pero Israel ha
enfrentado con éxito mayores desafíos. Si fuimos capaces de absorber a 30,000
personas cada mes como lo hicimos en el apogeo de la inmigración rusa de la
década de 1990, ciertamente podemos reasentar a 150,000 israelíes durante un
período prolongado, a cambio de la paz.
Pero
siempre existe la posibilidad de que esa realidad paralela de los colonos
paralelos se convierta en la realidad real. Entonces, sería su admirable fervor
sionista lo que habría provocado la destrucción de la empresa sionista.
Chuck Freilich, ex asesor
adjunto de seguridad nacional israelí, es senior
fellow de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard y profesor de la
Universidad de Tel Aviv. Es autor de Seguridad
nacional israelí: una nueva estrategia para una era de cambio (Oxford
University Press, 2018). Twitter: @FreilichChuck
Publicado originalmente en Haaretz el 10 de
octubre de 2019 como My day with the West
Bank settlers who are destroying Zionism, www.haaretz.com/misc/article-print-page/.premium-my-day-with-the-settlers-who-are-destroying-zionism-1.7963077
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