Alienación: Del sueño a la pesadilla en Israel - Gershon Baskin

Alienación: Del sueño a la pesadilla en Israel.
Gershon Baskin
1 de febrero de 2018



Estoy luchando, y no estoy solo. Habiendo vivido toda mi vida adulta en Israel, casi 40 años, nunca me he arrepentido de haber dejado Estados Unidos y de haber elegido Jerusalén como mi hogar. He dedicado mi vida a hacer de Israel un lugar mejor, basado en mi comprensión de lo que significa ser parte del pueblo judío y en nuestra experiencia histórica como judíos en este mundo.
Reconozco que Israel es una sociedad profundamente dividida. Hay una brecha cada vez más profunda que aumenta el sentido de alienación entre partes de nuestra sociedad. Es, quizás, a lo que el presidente Reuven Rivlin se refirió en su famoso discurso Tribus (2015) en el que describió cuatro tipos de israelíes: seculares, ultra-ortodoxos, nacional-religiosos y árabes.  Estas “tribus” ciertamente existen.  Tienen diferentes fuentes de noticias, información, educación y puntos de referencia sobre lo que es importante en la vida.
Siento que me alejo del sentido de solidaridad con muchas partes de la sociedad israelí, más de lo que alguna vez he sentido antes.  Las divisiones son definitivamente acordes con la identidad religiosa, que tiende a determinar también posiciones sobre el futuro de la Tierra de Israel, las relaciones entre judíos y árabes israelíes, las relaciones entre Israel y los palestinos, y ahora las posiciones con respecto a los solicitantes de asilo de África.
Por un lado, están aquellos israelíes que ven el fracaso del proceso de paz con los palestinos, y la creencia de que tal paz nunca puede existir, como algo divinamente inspirado. Estos israelíes, de hecho, ven este fracaso como una bendición.  Por otro lado, hay personas como yo que ven que el fracaso del proceso de paz (y de la división de la Tierra de Israel en dos Estados para los dos pueblos que la habitan) conducen al fin del proyecto sionista y la desaparición de nuestra democracia.
Mientras leo el periódico de la mañana todos los días, parece evidente que mi parte de Israel se está reduciendo en tamaño e influencia.  Me cuesta trabajo encontrar una noticia a la que pueda referirme como positiva.  Las buenas noticias son raras.  Tengo la sensación de que cada vez más personas que comparten mi punto de vista y mi sistema de valores se autocensuran.  Esto incluye evitar hablar de política en público o en entornos profesionales o sociales.  Moshe Negbi, quien murió esta semana, dijo que la autocensura es una de las señales de deterioro en una democracia.  Cuando las personas temen decir lo que piensan o defender sus valores, se ponen en duda los cimientos de nuestra democracia.
Lo que se dice en voz alta hoy en Israel son cosas que una vez, si es que se pensaban, rara vez se enuncian.  Esa sensación de vergüenza desapareció hace un tiempo.  Estuve en la Knesset (parlamento israelí) hace dos semanas para participar en una reunión que trato el tema del fracaso del servicio exterior y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel.  En esa discusión, Oren Hazan, el único miembro de la Knesset de la coalición que asistió, hizo una declaración sobre su deseo de expulsar a los árabes palestinos de Israel.  Uno de los parlamentarios de oposición, que presidía la discusión, señaló que Hazan expresaba una idea legítima después de que algunos participantes de la reunión criticaron sus palabras.
Esto fue demasiado de aceptar y me dirigí enojado hacia Hazan y los otros miembros del parlamento y participantes en la sala: “Disculpe, pero que Israel expulse a su minoría árabe palestina no es una idea legítima, y ​​ciertamente no lo es cuando viene de un miembro de la coalición gobernante en la Knesset ".
Esta idea, cuando fue presentada por Meir Kahane, fue boicoteada por 119 de los 120 miembros de la Knesset.  Ahora es apoyada por miembros del gobierno, incluyendo el ministro de defensa.
La totalidad de discusión sobre el futuro de los solicitantes de asilo africanos en Israel ha arrojado más luz sobre la división dentro de nuestra sociedad.  Es impensable que nosotros, el pueblo judío, expulsaríamos a miles de personas que, aunque ingresaron ilegalmente a Israel, están buscando nuestra protección para salvar sus vidas.  Estas personas, de Darfur y Eritrea, son reconocidas en todos los países de la OCDE como refugiados.  La coalición religiosa y de derecha de Israel, liderada por criminales condenados como Arie Deri, un hombre que dice ser un rabino, están liderando el plan para expulsarlos escudándose en amenazas demográficas a fin de mantener pura a la nación.
Me enferma y no puedo dejar de pensar en lugares oscuros de nuestra historia como pueblo en Europa a fines de la década de 1930.  Estoy consternado por esto, ya que todos los días veo informes de casas palestinas demolidas sistemáticamente, personas enfermas en nuestra frontera con Gaza a las que se les niega tratamiento médico, miles de israelíes se les niega el derecho a casarse porque se cuestiona su judaísmo, entre otras muchas cosas más.  Este no es mi Israel.  Este no es el Israel del que quiero ser parte.
Hay tantas cosas en Israel de las que podemos estar orgullosos. Se han alcanzado logros increíbles en los últimos 70 años.  Israel es un milagro, Israel es un sueño hecho realidad.  Pero lo que estamos presenciando hoy en Israel es que ese sueño se está convirtiendo en una pesadilla.

Gershon Baskin es el fundador y copresidente del IPCRI - Israel Palestine Creative Regional Initiatives (www.ipcri.org).  Su nuevo libro In Pursuit of Peace in Israel and Palestine (En busca de la paz en Israel y Palestina) -2017- es publicado por Vanderbilt University Press.
Artículo de opinión originalmente publicado en The Jerusalem Post el 1 de febrero de 2018 como “Alienation” http://www.jpost.com/Opinion/Alienation-540360.
Traducción: José Hamra Sassón


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