El permanente examen de conciencia - Leonardo Cohen
El permanente examen de conciencia
Por Leonardo Cohen,
especial para CDInforma desde
Jerusalén*
El 22 de enero del
2018, Ianiv Golán escribió un breve artículo en el periódico Ha’aretz en el que alude a su propia
historia familiar. Durante la segunda guerra mundial su madre y abuela fueron
ocultadas y protegidas por una mujer polaca y, gracias a ella, sobrevivieron la
barbarie nazi. Sin embargo, dice Golán, otros campesinos se rehusaron a darle
asilo a su abuelo que, según algunos testigos, murió de frío en el invierno de
1942. Después de esta breve introducción Golán se pregunta: “Y frenta a estos
dos modelos de personas, ¿cómo soy yo?” Al final de su artículo, que conecta el
presente con el pasado de sus abuelos, Golán presenta una breve reflexión con
respecto a la manera en que los israelíes del 2018 encaran la sentencia de
deportación que se ha dictado contra 40 mil solicitantes de asilo que residen
en el país desde hace ya varios años. Cito a continuación mi propia traducción
del texto:
"El ministro de la
historia nos ha engañado y he aquí que ha llegado el momento en que a los
israelíes les ha tocado estar en los zapatos de los polacos, los franceses y
los holandeses. Y al igual que ellos, nosotros también desvíamos la mirada en
el momento en que frente a nuestros ojos se desata la barbarie. En nuestra
contra podemos agregar que mientras los pueblos de Europa se encontraban bajo
fulminantes guerras asesinas, que hacían peligrar las vidas de todos , la
deportación [de refugiados] aquí en Israel se hace en condiciones "de
lujo". Por supuesto, se puede acallar a la conciencia en tanto que, Dios
guarde, no se trata de trenes que se dirigen a campos de exterminio. En esta
ocasión se trata de aviones, y la sentencia de cada uno se determinará por
aparte. Así es, cuando menos la
tecnología ha avanzado. Pero la brutalidad es la misma brutalidad, el miedo el
mismo miedo, la burocracia la misma burocracia y la indiferencia la misma
indiferencia".
Alrededor de 40 mil personas han huido de Eritrea y Sudán
durante los últimos años como producto de las violaciones a derechos humanos
elementales que han tenido lugar en estos países del África nor-oriental. Los
solicitantes de asilo han cruzado por tierra Sudán y Egipto, exponiéndose a
torturas, vejaciones y peligros de toda índole. Han alcanzado finalmente la tierra de Israel,
solicitando el amparo que el mismo Estado judío luchó por conseguir para
refugiados, a raíz de los terribles acontecimientos de la segunda guerra
mundial. El gobierno actual ha tomado la
decisión, muy recientemente, de deportar a todos los solicitantes de asilo a un
tercer país (Ruanda), ofreciendo 5 mil dólares a cada refugiado que acepte la
iniciativa y amenazando con encarcelar a quien no la acepte. Deportación
voluntaria, la han llamado. El gobierno
ruandés ha negado haber firmado un acuerdo explícito con Israel, y el futuro de
cada deportado sudanés y eritreo, así como su status en Ruanda ha quedado en
entredicho. Los testimonios que se
tienen respecto de aquellos que se inclinaron por esta iniciativa, dan cuenta
de resultados desastrosos, ultrajes y asesinatos.
A
pesar de toda esta información, al igual que en otras circunstancias, el gobierno
ha intentado generar un discurso que nos permita a los israelíes percibir esta deportación como una sentencia
irremediable pero no inmoral. Los argumentos se extienden en diferentes
direcciones: "los africanos se han concentrado mayoritariamente en el sur
de Tel Aviv dificultando las condiciones de vida de la población local; en las condiciones
de miseria en las que se desenvuelven sus vidas muchos de ellos se convirtieron
en delincuentes; ellos son los responsables de que el sur de Tel Aviv se haya empobrecido;
no son solicitantes de asilo sino infiltrados que llegan en busca de trabajo;
son musulmanes en su mayoría y generarán un problema a largo plazo en términos
de balance demográfico; son números inconmesurables que el Estado de Israel no
está en condiciones de absorber, etc."
Todos estos argumentos son fácilmente rebatibles y carecen
de solidez. Los solicitantes de asilo no son inmigrantes que vienen de toda
África, son refugiados que provienen sólo de Eritrea y Sudán, dos países del
noreste de África donde las condiciones políticas han generado terror en una
gran parte de la población que se ve sometida a persecuciones y genocidios,
como en el caso de los solicitantes que provienen de Darfur. En otros casos, como el de Eritrea, sus
ciudadanos huyen, entre otras cosas, de un servicio militar compulsivo impuesto
de por vida. Es por ello que muchos llegan hasta Israel cruzando Sudán y
Egipto, siendo algunos todavía menores de edad, para escapar del destino que
les espera.
Pero más allá de estos datos, las soluciones están a la
mano. El gobierno ha despilfarrado inmensos recursos en la construcción de un
campo de detención en el desierto del Neguev, que no tiene otro objetivo que el
de hostigar y amargar la vida de los refugiados. Si se les otorgara la
condición que merecen, podrían trabajar legalmente y distribuirse por el país,
no habría necesidad de que contratistas siguieran importando trabajadores
extranjeros para mantener industrias como la hotelería o la agricultura. Son
sólo 40 mil personas, que Israel no tiene ningún problema en absorber (aliyot
mucho más significativas fueron absorbidas con éxito), siendo una gran parte de
ellos cristianos ortodoxos y otros musulmanes.
Y volviendo a la reflexión de Ianiv Golán, podemos
preguntar ¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué es lo que responderemos a nuestros
hijos cuando se empiecen a exponer a los horrores de la historia y por un lado pregunten “cómo puede ser que tan
poca gente hizo algo para salvar a los judíos de su destino durante la Shoá”? ¿Por qué esa indiferencia? ¿Qué
historias escucharon esos individuos indiferentes respecto de los judíos y
cuáles asimilaron para justificar su propia indiferencia? ¿Se dijeron a sí
mismos que todos los judíos eran sucios, criminales, violadores, infiltrados,
inmigrantes laborales? ¿Cómo les responderemos si, por otro lado, nuestro lado,
los mismos reclamos son válidos en el caso de los refugiados africanos en
Israel? Ningún episodio de la historia
es equivalente a otro. Cada época y cada suceso tiene sus particularidades
históricas. Sin embargo, las virtudes y los defectos de los hombres trascienden
épocas. No podemos escapar de las reflexiones y los exámenes de conciencia que
la realidad nos impone, y debemos decidir de qué lado de la ecuación nos hemos
colocado.
*Leonardo Cohen es
profesor en el Departamento de Estudios de Medio Oriente y del programa de
Estudios de África en la Universidad Ben Gurion del Neguev en Beer Sheva. Vive en Jerusalén desde 1990.
Artículo publicado el 25 de enero de 2018 originalmente en https://www.cdi.org.mx/el-permanente-examen-de-conciencia.
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