Los judíos saben que la deportación es un crimen contra la humanidad - Bradley Burston

Los judíos saben que la deportación es un crimen contra la humanidad – todos los judíos, menos Netanyahu y Miller, el chico de Trump.
Por Bradley Burston

En Estados Unidos e Israel varios judíos afirman que “Nunca más” significa “Aquí y ahora”, protestando por la acción de Trump contra los Dreamers e intentando proteger a los refugiados africanos de los planes de deportación de Netanyahu.

24 de enero de 2018

A photo showing Capitol Hill police arresting Jewish activists protesting for passage of a clean DACA bill on Capitol Hill on January 17, 2018 in Washington, DC.
La policía arresta a activistas judíos que protestan por la aprobación de una ley que anula el DACA en el Capitolio el 17 de enero de 2018 en Washington, DC. Foto:Tasos Katopodis/Getty Images/AFP

Hay palabras que, cuando de repente se aplican a ti o a tus seres queridos, te enfrían la sangre. Palabras como cáncer. Misiles balísticos. Terrorismo. Y deportación.

Y hay palabras que pueden contar las historias de países enteros, pueblos enteros, en tan sólo una frase silenciosa.  Como las palabras cantadas el sábado por la noche por unos 200 manifestantes en Tel Aviv, que protestaban por los planes del gobierno de obligar a decenas de miles de solicitantes de asilo en Israel a elegir entre la expulsión y el encarcelamiento indefinido: Paleet Lo M'Garesh Paleet. Los refugiados no deportan a los refugiados. Las historias tanto de Israel como de Estados Unidos contadas en cuatro palabras que se escuchan silenciosas.

Para los judíos, las palabras adquieren una resonancia dolorosa y asfixiante. En gran parte, la historia del pueblo judío es la lucha por sanar de los horrores y las heridas de la expulsión.
Como ningún otro pueblo sobre la Tierra, los judíos conocen la deportación en masa por lo que es: un crimen contra la humanidad.  Los judíos no necesitan las nociones del derecho internacional para saber el principio establecido en el Artículo 6 de la Carta de los Juicios de Nuremberg y el Artículo 7 del Estatuto de Roma que rige en la Corte Penal Internacional.  Los judíos, sean quienes sean, donde sea que vivan, lo sienten hasta el tuétano.

Su ADN es un mapa mundial de miles de años de expulsión y exilio, de Tierra Santa, de Inglaterra, de Medina y Baviera y Francia y Nápoles y España y Portugal.  Desde los estados de Tennessee, Mississippi y Kentucky durante el siglo XIX.  Desde toda Europa y gran parte de África del Norte y Medio Oriente en el siglo XX.  Así como se dice que todos los judíos descendieron de los que estaban en el Sinaí, cada judío en este mundo es, en un sentido u otro, en parte refugiado.

Paleet Lo M'Garesh Paleet.

Es cierto que hay una tensión inherente en estas cuatro palabras.  Porque una parte importante de esa historia de Estados Unidos y de Israel es que refugiados deportan a refugiados. Y que hijos de refugiados deportan a hijos de refugiados.  El 6 de marzo en Estados Unidos, muchos de los aproximadamente 800,000 Dreamers (“Soñadores”) protegidos hasta ahora por las normas de la Acción Diferida para Llegadas en la Infancia [DACA, por sus siglas en inglés], perderán su protección contra la deportación.  La mayoría de ellos no conocen otro hogar fuera de los Estados Unidos de América.  Fueron traídos como niños por sus padres, quienes ingresaron ilegalmente a ese país.  Serán elegibles para la deportación bajo una orden ejecutiva firmada por un presidente que es hijo de un inmigrante, el líder de un país construido por refugiados y migrantes.

Por otro lado, el próximo abril, la mayoría de los 38.000 solicitantes de asilo y migrantes africanos en Israel se verán obligados a elegir entre lo que se ha denominado “deportación voluntaria” o ser encarcelados por tiempo indefinido.  Esto, por orden del gobierno de un primer ministro que es él mismo hijo de un inmigrante y el líder de un país construido por refugiados y migrantes.

En la medida que crecen los impulsos y las intenciones para la deportación tanto en Estados Unidos como en Israel, también aumentan los esfuerzos por apoyar a los solicitantes de asilo, a los Dreamers y otros grupos cuyo único delito es querer vivir y contribuir a una sociedad a la que han llamado hogar.  En ambos países los candidatos a la deportación han servido en el ejército, obedecieron la ley y se ganaron su estancia.

Los judíos en ambos países saben que, para muchos de los indocumentados, la deportación puede significar una serie de peligros: encarcelamiento, robo, ser deportados nuevamente, esclavitud, otras formas de tráfico humano o muerte. Y los judíos en ambos países han asumido un papel de liderazgo al hablar en contra de la expulsión definitiva.

Tanto en Estados Unidos como en Israel, los judíos afirman que “Nunca Jamás” significa “Aquí y ahora”.

La semana pasada en el Capitolio, decenas de rabinos y otros activistas y clérigos judíos fueron arrestados por realizar una sentada para apoyar a los Dreamers.  Los manifestantes, algunos vistiendo chales de oración y kipot, representaban al menos a 18 organizaciones judías, entre ellas Bend the Arc Jewish Action, Anti-Defamation League y Religious Action Center of Reform Judaism. La edad de los activistas oscilaba entre los 18 y 78 años, provenían de todo Estados Unidos, y de diferentes corrientes religiosas: conservadores, reformistas y ortodoxos.

En Israel, los sobrevivientes del Holocausto han prometido “esconder a refugiados en nuestras casas, tal y como nosotros fuimos escondidos” durante la Segunda Guerra Mundial, reportó el sitio de noticias Ynet.  Los pilotos israelíes y las tripulaciones de vuelo han declarado su negativa a trasladar deportados a destinos en el extranjero.  Destacadas personalidades israelíes [Oz, Grossman, Keret] han llamado al gobierno para que detenga las expulsiones planeadas, y rabinos han citado a Ana Frank para pedir por la protección de los solicitantes de asilo.

Pero... esta semana, el ministro de Defensa de Benjamín Netanyahu, Avigdor Lieberman - él mismo un inmigrante que huyó de un régimen opresivo – amenazó con la censura con el fin de silenciar las comparaciones entre los objetivos de las fuerzas de seguridad israelíes y los judíos perseguidos por los nazis durante el tiempo de guerra.

Sin embargo, dos días antes, en la ciudad portuaria de Ashdod, en el sur de Israel, la policía llevó a cabo redadas nocturnas en negocios y apartamentos en una zona donde viven varios solicitantes de asilo, desalojando a 96 de ellos y arrestando a cuatro cuyos documentos se sospechaba habían sido falsificados.

Dos de los solicitantes de asilo, dijo la policía en un comunicado, fueron arrestados “después de escapar hacia el desván, tras la llegada de los policías al negocio, donde intentaron esconderse en la ducha de un baño”.

No soy objetivo sobre este tema.  Nadie lo es.  En general, las comparaciones con los nazis son engañosas, abusivas y terriblemente irrespetuosas.

Pero no menos irrespetuosa es la idea de que las lecciones del Holocausto solo se pueden aplicar a los judíos, y solo cuando los judíos son las víctimas.

Aquí hay una parte de mi revelación completa: el chico de Donald Trump, Stephen Miller, cuya ciudad natal es la ciudad santuario llamada por el nombre no-en-inglés de Los Ángeles, tiene raíces familiares en la ciudad natal de mi padre, Antopol, en lo que ahora es Bielorrusia.

La familia de Miller y la familia de mi padre aprobaron los trámites de migratorios antes de que un presidente republicano y un Congreso republicano pusieran un alto a la inmigración a judíos de Europa Oriental entre las Guerras Mundiales.  Incapaces de emigrar, los judíos de Antopol, más de 2,000 personas, fueron sacados de sus hogares por los nazis invasores y ametrallados al pie de una fosa común.

Antes de que Miller se convirtiera en el látigo humano de Donald Trump contra la inmigración, se desempeñó como el chico-maravilla director de comunicaciones del entonces senador por Alabama, Jeff Sessions.

Es el mismo Sessions que la semana pasada dijo a los televidentes de Fox News: “¿De qué sirve traer a alguien que es analfabeto en su propio país, que no tiene habilidades y que va a luchar en nuestro país y no ser exitoso?”

Y este es el mismo Stephen Miller, quien en agosto pasado dijo que Estados Unidos debería priorizar al “solicitante de inmigración que puede hablar inglés”.  Y algunos de sus antepasados ​​llegaron a Estados Unidos sin saber inglés.  Como lo hizo el mío.  Peor aún, el suyo y el mío surgieron como resultado de la migración en cadena.

En Israel, donde, según el propio discurso de Netanyahu, el desempleo es bajo, la economía está creciendo y no hay solicitantes de asilo ingresando al país, la agresiva campaña de prensa del gobierno para difamar, demonizar y finalmente expulsar a los migrantes africanos continúa a tambor batiente.

Un reciente informe de investigación del Canal 10 de televisión israelí indicó que el gobierno se negó a otorgar permisos de trabajo a solicitantes de asilo sudaneses y eritreos, a pesar de la necesidad de decenas de miles de trabajadores en las industrias hotelera y restaurantera, y una mayor necesidad de 100,000 puestos disponibles en todo el país.  La escasez de mano de obra es tan crítica, dijo a Canal 10 el director general de Fattal Hotels, David Fattal, que, en 2018, “pisos enteros de hoteles cerrarán por falta de trabajadores”.

No obstante, son demasiado claras las razones de la ofensiva de deportación de Netanyahu. Primero, los partidos de línea dura en el núcleo de la coalición están luchando por los votantes judíos israelíes claramente racistas –son una pequeña parte del electorado, principalmente hombres jóvenes, pero cuyos votos podrían ser cruciales para quienes los ganen: el Likud de Netanyahu; Habayit Hayehudi de Naftali Bennet, Ayelet Shaked y el ultra racista Bezalel Smotrich; o el ultraortodoxo Shas de Arie Deri, cuyo cargo de ministro del Interior lo convierte, en efecto, en ministro de deportación.

Además, detrás de cada debate sobre refugiados en Israel, está escondida la razón fundamental por la que el gobierno de Netanyahu no puede promulgar una política que acepte refugiados no judíos de ningún tipo: si Israel implementara tal política, también podría aplicarse a los millones de descendientes de los palestinos que se convirtieron en refugiados cuando huyeron o se vieron obligados a huir en 1948 y 1967.

Estos no son tiempos normales.  Tanto en Estados Unidos como en Israel, un racismo corrosivo e irreflexivo no solo está en pleno apogeo, sino que ha tomado el poder.
Ambos países están dirigidos por políticos que están muriendo de hambre por ser chivos expiatorios y que se han apresurado a triunfar en la campaña al avivar el odio y la sospecha de los indocumentados.

Mucho se hará este año por los acontecimientos de 1948, tanto por Netanyahu celebrando el 70 aniversario de la fundación de Israel, como por los palestinos que están de luto por la consecuente Nakba, su catástrofe nacional.

Mientras tanto, un tercer aniversario de 1948 es probable que pase desapercibido.  Este domingo 28 de enero se conmemora el 70 aniversario de un accidente de avión en una zona rural de California que costó la vida a 38 campesinos migrantes deportados a su México natal.

Al día siguiente, el cantante y compositor Woody Guthrie señaló que el relato de The New York Times sobre la tragedia incluía solo los nombres de la tripulación de vuelo y un guardia de seguridad acompañante.

Guthrie, cuya madre, la aclamada poeta yiddish estadounidense Aliza Greenblatt, era una refugiada judía de la Rusia zarista, compuso entonces la letra de “Deportee”, una canción con poca resonancia en el Israel de Netanyahu y los Estados Unidos de Trump y Miller:

“No tendrán nombres cuando suban al gran avión”, escribió Guthrie. “Sólo los llamaran ‘deportados’”.

“Nos persiguen como forajidos, como ladrones, como cuatreros.  ¿Quiénes son todos estos cuates, todos desperdigados como hojas secas?”

“La radio dice ‘Son simplemente deportados’”.


Artículo publicado el 24 de enero de 2018 como “Jews know deportation as a crime against humanity - Jews, except Netanyahu & Trump’s boy Miller” en Ha’aretz https://www.haaretz.com/opinion/.premium-jews-know-deportation-is-a-crime-jews-except-netanyahu-and-miller-1.5764954.

Traducción: José Hamra Sassón

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